A Culture of Encounter | Una cultura del encuentro
Let us think of the many people whom Jesus wanted to meet, especially people affected by illness and disability, in order to heal them and restore their full dignity. It is very important that these people become witnesses of a new attitude, which we can call the culture of encounter.
Here we have two opposing cultures: the culture of encounter and the culture of exclusion, the culture of prejudice, because it harms and excludes. The sick and disabled person, precisely because of their fragility, their limitations, can become witnesses of encounter: the encounter with Jesus, who opens them to life and faith, and the encounter with others, with the community. In fact, only those who recognize their own fragility, their own limitations, can build fraternal and supportive relationships, in the Church and in society.
And now let us look to Our Lady. In her the first encounter was ineffable: the encounter between God and humanity. Let us ask Our Lady that she may help us to promote this culture of encounter. (Address by His Holiness Pope Francis, March 29, 2014).
Reflection: (Mk. 7:31-37)
“The blind regain their sight, the lame walk, lepers are cleansed, the deaf hear, the dead are raised, and the poor have the good news proclaimed to them.”
Thus Christ resumes his mission, because he has been sent to heal all the sick and to bring peace to men.
How would we like to be told that we have done everything well? Vanity and envy enter us when we see that others are praised for something in which we had a lot to do. We get angry and would like to be praised, and that is why competitiveness arises between men.
But if everything is for vanity, when you obtain it, will you be eternally happy? As St. John Chrysostom said when quoting the Qoheleth: “Vanity of vanities, all is vanity.” And he meant it, because the only thing that should matter to us is not praise, but doing things well for the love of God. Everything else is superfluous.
May God bless you,
Fr. José Luis
Pensemos en los muchos que Jesús ha querido encontrar, sobre todo, personas afectadas por la enfermedad y la discapacidad, para sanarles y devolverles su dignidad plena. Es muy importante que justo estas personas se conviertan en testigos de una nueva actitud, que podemos llamar cultura del encuentro.
Aquí están las dos culturas opuestas. La cultura del encuentro y la cultura de la exclusión, la cultura del prejuicio, porque se perjudica y se excluye. La persona enferma y discapacitada, precisamente a partir de su fragilidad, de su límite, puede llegar a ser testigo del encuentro: el encuentro con Jesús, que abre a la vida y a la fe, y el encuentro con los demás, con la comunidad. En efecto, sólo quien reconoce la propia fragilidad, el propio límite puede construir relaciones fraternas y solidarias, en la Iglesia y en la sociedad.
Y ahora miremos a la Virgen. En ella se dio el primer encuentro: el encuentro entre Dios y la humanidad. Pidamos a la Virgen que nos ayude a ir adelante en esta cultura del encuentro. Y nos dirigimos a Ella con el Ave María. (Discurso de S.S. Francisco, 29 de marzo de 2014).
Reflexión: (Mc. 7,31-37)
“Ve y dile que los ciegos ven, los sordos oyen, y que ha llegado la liberación a los cautivos”.
Así resume su misión Cristo, porque ha sido enviado a curar a todos los enfermos y a traer la paz a los hombres.
¿Cómo quisiéramos que se nos dijera que todo lo hemos hecho bien? La vanidad y la envidia nos entran cuando vemos que otros son alabados por algo en lo que nosotros tuvimos mucho que ver. Nos enojamos y desearíamos que se nos alabara, por eso nace la competitividad entre los hombres.
Pero si todo es por vanidad, cuando lo obtengas, ¿serás feliz eternamente? Ya decía San Juan Crisóstomo al citar el Qoelet: “Vanidad de vanidades, todo es vanidad". Y lo decía con verdad, porque lo único que tiene que importarnos no son las alabanzas, sino el hacer bien las cosas por amor a Dios. Todo lo demás sale sobrando.
Que Dios te bendiga,
Padre José Luis